ANA Mª ESTEVE GONZÁLEZ
SIEMPRE CON LA CLASE OBRERA, LUCHANDO POR ELLA
Y SIN ESTAR ASALARIADA.
Ana Mª Esteve González nace en
Sevilla en el barrio de San Bernardo. Pertenece a una familia de clase media que en 1946 se trasladan al
Barrio de Nervión, donde vive su niñez y su juventud. Fue al colegio de la
“Sagrada Familia” entre los años 1950 y 1954, pero tuvo que dejarlo a la edad
de 10 años debido a que su madre enfermó de Esclerosis Múltiple y requería de
ella, al ser la “mujer”, una total dedicación hasta su fallecimiento. Con la
ayuda de la abuela, mujer de 76 años, tuvo que hacerse cargo de las tareas de
la casa y de toda la familia.
Así comienza el currículum de la vida de Ana.
Copiamos aquí su discurso, porque nadie mejor que ella para contarnos cómo es su vida.
Buenas tardes:
Quiero agradecer a las compañeras del Consejo Municipal de la Mujer, a las componentes del jurado y muy especialmente, a las compañeras de la Federación Cerro-Amate que me presentaron como candidata para el mismo.Tambien quiero agradecer al Ayuntamiento de Sevilla en la persona
del Sr. Alcalde, a la Sra. Delegada y a todo el personal técnico que integran el Servicio de la Mujer, a todas y a todos muchas gracias.
Quiero hacer presente aquí hoy en este acto, a todas las mujeres asesinadas, victimas del machismo.
Este premio que hoy recibo lo quiero compartir con muchas mujeres invisibles para la sociedad que hoy están en mi pensamiento y forman parte de mi vida y a las que tengo mucho que agradecerles: a mi madre, mi abuela por los valores que me inculcaron en el corto tiempo que pude disfrutar de ellas.
En mi vida siempre está presente la figura de una mujer, “mi Vecina LOLA”, que fué amiga y madre, hermana, enfermera y psicóloga. Me lleno de amor desinteresado en momentos muy difíciles. Cuanta sabiduría en su saber de analfabeta!. Ella fué la primera que me hablo de igualdad sin saberlo. Después he seguido teniendo más vecinas. Estoy segura que todas sois y tenéis Vecinas como Lola.
Las mujeres que nacimos en la posguerra, que no pudimos asistir a las escuelas para tener una formación básica, por falta de ellas en nuestros barrios o pueblos, o bien por falta de medios económicos. Digo "formación cultural", porque la educación si la tuvimos en nuestras familias.
Eramos mujeres niñas, invisibles, que a muy temprana edad, tuvimos que ayudar en el cuidado de los hermanos pequeños, abuelos, madres y padres enfermos. Desde muy temprana edad se nos asignaba el papel de cuidadoras, trabajábamos como niñeras, trabajadoras en la casa, en el campo, en talleres o fábricas, a veces a cambio de un plato de comida y cama o un sueldo muy escaso, cuando aún teníamos edad para que nos cuidaran a nosotras.
Mujeres invisibles, que marchaban al extranjero para encontrar un trabajo digno que aquí no tenían, como mi cuñada Laura, que dejó a 3 hijos muy pequeños a cargo de los abuelos. Otras, como Toñi o Maribel, recién casadas, tuvieron que enfrentarse a tener a los hijos allí, en un país extraño, con un idioma difícil, con las cartas que tardaban y las conferencias telefónicas que casi no se oían. Pero trabajaron y trabajaron y salieron adelante.
De nuevo hoy se repite la historia, sólo que ahora son ellas las que se quedan con los nietos para que hijas e hijos puedan salir fuera a encontrar un trabajo digno.
Mujeres invisibles, que creíamos que era posible cambiar nuestra condición de invisibilidad y explotación, compañeras trabajando en fábricas, talleres de costura, enfermeras, enseñanza, etc., luchando por un trabajo digno, por la igualdad salarial entre hombres y mujeres, en asociaciones de vecinos o en asociaciones de amas de casa, mientras los maridos e incluso muchas de ellas asistíamos a reuniones clandestinas para crear sindicatos, por las libertades de reunión y expresión, para que no hubiera explotación y desigualdades sociales.
Debido a estos movimientos muchas sufrimos represalias y detenciones.